Va dejando marcada en la piel, las sutiles e indelebles pincelas del artista llamado querer; sus rumores de hogueras, esos ávidos besos de amantes igneos al amanecer.
Sorteando los vericuetos de una álgida ciudad, se entregan al desliz de su ventura febril; caminan las callejuelas de amores de primavera,
absortos en las fauces del sosiego del ser, están a la vera de la eterna lluvia de miel.
Esperando la noche para fundirse en un sólo ser, miran al cielo buscando un paliativo para el escozor de la espera; recorren con brío los pedregosos caminos del día a día, esperando el presagio del anhelado color crepsular, que les dice que ya acabó la espera, que sientan el alborozo del reencuentro otra vez.
Como neófitos del amor, con cada roce se entregan más al asedio voluntario y compartido, sin miedo a la herrumbre del querer; Van cada noche atizando el fuego de los besos que les incinera la piel. Bañados en la lumbre de las pasiones efímeras, nacerán cada noche, por siempre, una última vez.
sábado, 30 de mayo de 2015
Estigmas
martes, 19 de mayo de 2015
Bestia Alada.
Pájaro herido, ¿cuán punzante es tu dolor? Vuelas de un lado a otro, ciego de cólera en la vasta penumbra; buscas con avidez un poco de amor.
Pájaro herido, cuan lejos te has ido, en el mar de alquitrán, a una sirena has confiado tu voz; caes a su vera, manchando tus alas negras de dolor, como quimera buscando su atención, mientras que en el cielo, tus pájaros, no son lo mismo sin vos.
Bestia alada, bajo tu pelambre ocultas tu escozor, porque en el fondo, sabes que no hay razón para tu fragor, mirás al cielo, asediando tu corazón, mirando con anhelo lo que un día fuiste, pero ya no.
En lontananza vemos como la hiedra enmaraña tu destino, con caricias capciosas, nublan tu desdichado ser, sin embargo, pájaro negro, no será más que una peripecia del ayer, pues no habrá olas de hiel que quebranten la bonanza del anhelado amanecer.
Pájaro herido, cuan lejos te has ido, en el mar de alquitrán, a una sirena has confiado tu voz; caes a su vera, manchando tus alas negras de dolor, como quimera buscando su atención, mientras que en el cielo, tus pájaros, no son lo mismo sin vos.
Bestia alada, bajo tu pelambre ocultas tu escozor, porque en el fondo, sabes que no hay razón para tu fragor, mirás al cielo, asediando tu corazón, mirando con anhelo lo que un día fuiste, pero ya no.
En lontananza vemos como la hiedra enmaraña tu destino, con caricias capciosas, nublan tu desdichado ser, sin embargo, pájaro negro, no será más que una peripecia del ayer, pues no habrá olas de hiel que quebranten la bonanza del anhelado amanecer.
Algo diferente.
Abre los ojos, pequeño, mira bien la lontananza, tan limpia y colorida, es de allí de donde vienes y es allí donde debes visualizar tu futuro.
Despierta, levántate de tu hoguera de algodón, que el alba presagia un sinfín de aventuras para éste retazo de vida tuya. Ve a la cocina y prepárate un café, disfruta la mixtura de sensaciones que produce, pues no sabes cuándo será la última vez que lo pruebes. Sal de tu casa y saluda a tus vecinos, saludalos a todos; Al fumador empedernido, a la madre soltera, el viejo senil de sonrisa inocente, enseñales a todos como con un gesto, oscilante y divertido, forjas una armadura contra las vicisitudes del día a día.
Observa todo y observa bien, que el que analiza en silencio no teme de caer en pisos socavados, mira las aves, las hojas cayendo de los árboles, el camino que recorre el agua antes de chocar con un dique de concreto; mira los pequeños pasos que da el mundo, porque es en la simplicidad, en las pequeñeces, donde encontrarás el sosiego que tantas veces necesitas.
Enamórate y pierde, y no temas perder de nuevo, pues el limerente que emerge del abismo de la desventura, es capaz de volar por los terrenos del amor una y otra vez, cada vez más alto y con un volar más galano. No dejes que las peripecias de la vida te desvíen del camino del bien, pues no hay bruma que oscurezca por completo el corazón del benévolo, y que mejor se conocen a los problemas por ser precarios que imposibles.
No vuelvas a casa si en tu periplo cotidiano no has aprendido algo nuevo, todo cuenta; Una palabra, una nueva sensación, un nuevo sabor, algo que diferencie tu día del resto de páginas escritas en tu vida.
Ve a la cama y mira la vasta oscuridad que ahora te rodea, piensa en todo y en todos, pues es en la reflexión donde podras notar la herrumbre que puede estar cubriendo tu corazón. Habla con los cirios de la noche, cuentale a la luna de tus amores, amistades, sonrisas y lágrimas, dile en tu soliloquio que estás agradecido con ella, pues es la que te recuerda que no es sólo oscuridad en la noche y que su fulgor es lo que te inspira a lanzar prosas al viento.
Que la bonanza te cubra siempre, cada día, por el resto de tu vida, pequeño, ahora, abre los ojos, de nuevo, una y otra vez.
Observa todo y observa bien, que el que analiza en silencio no teme de caer en pisos socavados, mira las aves, las hojas cayendo de los árboles, el camino que recorre el agua antes de chocar con un dique de concreto; mira los pequeños pasos que da el mundo, porque es en la simplicidad, en las pequeñeces, donde encontrarás el sosiego que tantas veces necesitas.
Enamórate y pierde, y no temas perder de nuevo, pues el limerente que emerge del abismo de la desventura, es capaz de volar por los terrenos del amor una y otra vez, cada vez más alto y con un volar más galano. No dejes que las peripecias de la vida te desvíen del camino del bien, pues no hay bruma que oscurezca por completo el corazón del benévolo, y que mejor se conocen a los problemas por ser precarios que imposibles.
No vuelvas a casa si en tu periplo cotidiano no has aprendido algo nuevo, todo cuenta; Una palabra, una nueva sensación, un nuevo sabor, algo que diferencie tu día del resto de páginas escritas en tu vida.
Ve a la cama y mira la vasta oscuridad que ahora te rodea, piensa en todo y en todos, pues es en la reflexión donde podras notar la herrumbre que puede estar cubriendo tu corazón. Habla con los cirios de la noche, cuentale a la luna de tus amores, amistades, sonrisas y lágrimas, dile en tu soliloquio que estás agradecido con ella, pues es la que te recuerda que no es sólo oscuridad en la noche y que su fulgor es lo que te inspira a lanzar prosas al viento.
Que la bonanza te cubra siempre, cada día, por el resto de tu vida, pequeño, ahora, abre los ojos, de nuevo, una y otra vez.
sábado, 2 de mayo de 2015
Besos etéreos.
Le dieron tantas noches, vida a las estrellas.
Miraron tantas veces, aquél orbe nocturno.
Él, con su mano, acariciaba su melena; Ella con su sonrisa, curaba su chamuscado ser.
Longevo fue su amor, pues era sincero, pero con el tiempo la penumbra cayó, la vida se apago.
Sin embargo, los recuerdos al alba arrullo, cuando el vendaval a su vera los besos llevo.
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