Abre los ojos, pequeño, mira bien la lontananza, tan limpia y colorida, es de allí de donde vienes y es allí donde debes visualizar tu futuro.
Despierta, levántate de tu hoguera de algodón, que el alba presagia un sinfín de aventuras para éste retazo de vida tuya. Ve a la cocina y prepárate un café, disfruta la mixtura de sensaciones que produce, pues no sabes cuándo será la última vez que lo pruebes. Sal de tu casa y saluda a tus vecinos, saludalos a todos; Al fumador empedernido, a la madre soltera, el viejo senil de sonrisa inocente, enseñales a todos como con un gesto, oscilante y divertido, forjas una armadura contra las vicisitudes del día a día.
Observa todo y observa bien, que el que analiza en silencio no teme de caer en pisos socavados, mira las aves, las hojas cayendo de los árboles, el camino que recorre el agua antes de chocar con un dique de concreto; mira los pequeños pasos que da el mundo, porque es en la simplicidad, en las pequeñeces, donde encontrarás el sosiego que tantas veces necesitas.
Enamórate y pierde, y no temas perder de nuevo, pues el limerente que emerge del abismo de la desventura, es capaz de volar por los terrenos del amor una y otra vez, cada vez más alto y con un volar más galano. No dejes que las peripecias de la vida te desvíen del camino del bien, pues no hay bruma que oscurezca por completo el corazón del benévolo, y que mejor se conocen a los problemas por ser precarios que imposibles.
No vuelvas a casa si en tu periplo cotidiano no has aprendido algo nuevo, todo cuenta; Una palabra, una nueva sensación, un nuevo sabor, algo que diferencie tu día del resto de páginas escritas en tu vida.
Ve a la cama y mira la vasta oscuridad que ahora te rodea, piensa en todo y en todos, pues es en la reflexión donde podras notar la herrumbre que puede estar cubriendo tu corazón. Habla con los cirios de la noche, cuentale a la luna de tus amores, amistades, sonrisas y lágrimas, dile en tu soliloquio que estás agradecido con ella, pues es la que te recuerda que no es sólo oscuridad en la noche y que su fulgor es lo que te inspira a lanzar prosas al viento.
Que la bonanza te cubra siempre, cada día, por el resto de tu vida, pequeño, ahora, abre los ojos, de nuevo, una y otra vez.
Observa todo y observa bien, que el que analiza en silencio no teme de caer en pisos socavados, mira las aves, las hojas cayendo de los árboles, el camino que recorre el agua antes de chocar con un dique de concreto; mira los pequeños pasos que da el mundo, porque es en la simplicidad, en las pequeñeces, donde encontrarás el sosiego que tantas veces necesitas.
Enamórate y pierde, y no temas perder de nuevo, pues el limerente que emerge del abismo de la desventura, es capaz de volar por los terrenos del amor una y otra vez, cada vez más alto y con un volar más galano. No dejes que las peripecias de la vida te desvíen del camino del bien, pues no hay bruma que oscurezca por completo el corazón del benévolo, y que mejor se conocen a los problemas por ser precarios que imposibles.
No vuelvas a casa si en tu periplo cotidiano no has aprendido algo nuevo, todo cuenta; Una palabra, una nueva sensación, un nuevo sabor, algo que diferencie tu día del resto de páginas escritas en tu vida.
Ve a la cama y mira la vasta oscuridad que ahora te rodea, piensa en todo y en todos, pues es en la reflexión donde podras notar la herrumbre que puede estar cubriendo tu corazón. Habla con los cirios de la noche, cuentale a la luna de tus amores, amistades, sonrisas y lágrimas, dile en tu soliloquio que estás agradecido con ella, pues es la que te recuerda que no es sólo oscuridad en la noche y que su fulgor es lo que te inspira a lanzar prosas al viento.
Que la bonanza te cubra siempre, cada día, por el resto de tu vida, pequeño, ahora, abre los ojos, de nuevo, una y otra vez.
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