Va dejando marcada en la piel, las sutiles e indelebles pincelas del artista llamado querer; sus rumores de hogueras, esos ávidos besos de amantes igneos al amanecer.
Sorteando los vericuetos de una álgida ciudad, se entregan al desliz de su ventura febril; caminan las callejuelas de amores de primavera,
absortos en las fauces del sosiego del ser, están a la vera de la eterna lluvia de miel.
Esperando la noche para fundirse en un sólo ser, miran al cielo buscando un paliativo para el escozor de la espera; recorren con brío los pedregosos caminos del día a día, esperando el presagio del anhelado color crepsular, que les dice que ya acabó la espera, que sientan el alborozo del reencuentro otra vez.
Como neófitos del amor, con cada roce se entregan más al asedio voluntario y compartido, sin miedo a la herrumbre del querer; Van cada noche atizando el fuego de los besos que les incinera la piel. Bañados en la lumbre de las pasiones efímeras, nacerán cada noche, por siempre, una última vez.
sábado, 30 de mayo de 2015
Estigmas
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